domingo, 24 de agosto de 2008

60 kilómetros por día

Esa es la media que hemos realizado mi hermana, mi novio y yo en nuestras vacaciones cicloturísticas desde Berlín hasta el Mar Báltico. Lo pasamos muy bien y casi no tuvimos contratiempos. Creo que fui yo la peor parada con dos pinchazos, una picadura de abeja y el culo muy pero que muy rojo. Mi hermana se quejó bastante, pero no pasó de ahí, y a El Alemán no hubo manera de que le doliera nada.

Los caminos fueron variados, desde el cemento a la arena, pero creo que lo mejor de todo fueron los alojamientos que El Alemán había reservado.

La primera noche dormimos en el albergue de un pueblo llamado Füstemberg del que sólo sabíamos que había habido en su tiempo un campo de concentración nazi para mujeres. Cuando nos íbamos acercando al pueblo, pedaleamos en paralelo con los restos del campo de concentración desde donde se podían ver donde habían estado las distintas instalaciones e incluso había paneles explicativos de las panorámicas que se veían, para acabar descubriendo que el albergue estaba en el mismo campo de concentración, en lo que antiguamente había sido las casas de las oficialas. Sí, sí, dormimos en un campo de concentración. Yo que hacía poco había tenido una conversación sobre mis recelos a visitar uno de ellos ya que consideraba que era un poco perverso. Pero hay que aceptar que el albergue estaba muy bien. Ahí va una foto que lo certifica.

Vivían bien las oficialas...

La segunda noche, y para seguir con la dinámica de dormir en sitios originales a la que nos tendríamos que acostumbrar, nos alojamos en un ecohotel en Neustrelitz. Que no sé yo muy bien que tenía de ecológico a parte de haber aprovechado las instalaciones de una antigua fábrica. Por que, que yo sepa, los muebles de Ikea no se consideran ecológicos. Pero el sitio la verdad es que era muy bonito. Nosotros nos alojábamos en la parte de arriba en donde había dos dormitorios y la planta de abajo era más bien un apartahotel. Fue el alojamiento más caro de todos, con diferencia.


Dormimos también en un albergue juvenil en Malchow donde compartimos pasillo con adolescentes que estaban en su último día de convivencia, en una pensión en Malchin con una dueña muy maja pero muy brasas que me curó la picadura de abeja frotándomela con cebolla, en un albergue en un pueblo tan pequeño, Nehringen, que no tenía ni tan siquiera un bar y en un hostal tan nuevo que estaba sin acabar en la ciudad que era nuestra meta: Strahlsund.

Debajo de cada ventana se puede ver el dibujo de lo que hay dentro. Sí, las duchas eran mixtas... pero con puertas.

Al día siguiente de llegar a la meta mi hermana se marchó y El Alemán y yo nos quedamos a hacer turismo, porque esta ciudad comunica con Rügen, la isla más grande de Alemania, y estuvimos paseándonos por allí un par de días.

Otra foto ilustrativa:
Restaurante típico de la Alemania del Este. Importante fijarse en los detalles ornamentales de la barra y en el estampado de las sillas.

Comentarios:
Hola hermana. Que paso con la foto de la ninha del pijama de rayas?
 
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